Escrito por:

noviembre 15, 2016

En días pasados, publicamos que el maestro Juan Bribiesca correría en la maratón de Nueva York, uno de los más concurridos del mundo; sin embargo, sufrió un contratiempo y nos relata su experiencia con la intención de que aprendamos a rescatar las enseñanzas que las adversidades nos traen.

“Después de cuatro meses de entrenamiento, estaba más que preparado y emocionado por correr el maratón en NY; todo estaba listo: ropa, ánimos y ruta mentalizada. Mi coach, Benjamín Paredes (ganador de maratón de NY en lo 90), me preparó y me deseó éxito junto con otros integrantes del equipo. Esa mañana correría uno de los mejores maratones del mundo con la esperanza de hacer uno de mis mejores tiempos, alrededor de 3h30 minutos. Nos pidieron estar desde las 8 am listos en los corrales y la salida fue por olas y bloques; salí a las 10:15 am y comenzó la aventura con una de las mejores escenas del puente en Staten Island hacia Brooklin. ¡Por fin estaba donde quería estar después de todo el entrenamiento! Así transcurrieron los primeros 10 kilómetros, llenos de entusiasmo, porras escenarios increíbles; al final de este lapso, estaba cuatro minutos por debajo de mi tiempo, lo cual me daba mucha alegría.

“En el kilómetro 20, todo iba perfecto: clima, ritmo, sentimiento general, las porras se escuchaban y el paisaje de la ciudad era impresionante. Ahora tomaba el puente que comunica Brooklin con Manhattan, pasé el medio maratón y vi el reloj: ¡Perfecto, voy dos minutos con ventaja! De pronto, en el  kilómetro 22, sentí una punzada en el pie derecho, como si me hubieran metido un picahielos; pensé que se me disiparía rápido, pero no fue así. No quería parar, pero llegó el momento en que lo tuve que hacer para revisarme el pie; pensé que era el calzado apretado o la calceta mal puesta, no era así.

“Por primera vez en los 10 años que tengo corriendo, me encontraba en esta situación que ningún corredor desea, no veía a ningún médico o persona que me apoyara, pero los corredores me daban ánimo y me invitaban a continuar; sin embargo, mi cuerpo me decía que ya no era posible y comencé a caminar hacia la salida del puente siguiendo a los demás corredores hasta que llegué al puesto del servicio médico. Ahí me dieron la noticia de que no podría seguir corriendo o lo tendría que hacer bajo mi propio riesgo y responsabilidad; la otra opción era que la barredora pasará por mí después de dos horas o ir al hospital para que me revisarán en ese momento y me sacarán placas de rayos x. Elegí esta última opción, renunciando a los derechos de corredor… fue la decisión más difícil tras un año de preparación. En el hospital me avisaron que no era fractura, que podría ser algo causado por sobrecarga en el pie, el calzado y el tipo de terreno. Me pusieron una férula y, luego de dos horas, salí rumbo al hotel y con la tristeza de no haber acabado este maratón que tanto ansiaba.

“Ahora que han pasado los días, y aún con el pie lastimado, puedo ver que tomé la decisión correcta: escuché a mi cuerpo y no lo forcé. Estoy triste por no conseguir mi objetivo, pero sé que lo haré en un futuro cercano, porque regresaré a NY al maratón. En estas situaciones uno aprende a soltar y ver que no todo es como uno lo planea y espera; hay que estar abiertos al cambio y ser flexibles. No es fácil voltear y ver que los corredores siguen y yo no podía hacerlo más. Habrá más maratones y carreras para mí en un futuro, ahora es tiempo de analizar, aprender y cambiar.

Muchas gracias por el apoyo y les prometo regresar por la revancha y conseguir esa medalla en NY.”

Juan Bribiesca Ruiz

* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional