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Nota

«Dime con quién andas y te diré quién eres»

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Veracruz Informa
19 de febrero de 2020

 

Ciudad de México..- En las parejas se observan modos de relación distintos en función del tipo de apego que construyeron de niños con sus cuidadores cercanos. Éstos son: el apego seguro, el evitativo, el ambivalente y el caótico. Elegimos a personas que nos hacen experimentar sensaciones afectivas similares a las vividas con quienes nos cuidaron en la infancia.

Así lo expuso Gabriela Martín del Campo, terapeuta y Doctorante en Psicoanálisis por la Universidad Intercontinental (UIC) durante el taller titulado ‘Pareja: Dime con quién andas y te diré quién eres” organizado por el Campus virtual e-UIC y la División de Posgrados.
Diversos experimentos con monos, han confirmados cómo estos mamíferos reportaron ansiedad, depresión y aislamiento afectivo cuando fueron apartados de sus madres. Consecuencias similares se han observado en los seres humanos según el vínculo de los niños desarrollado con sus padres o cuidadores cercanos, el cual tendrá efectos en la adultez y en las relaciones de pareja que la persona establece.
A través del experimento denominado ‘Situación extraña’, un clásico entre los psicólogos especialistas en desarrollo infantil temprano, se observó el comportamiento de menores en tres momentos: cuando están cerca de sus figuras importantes como la madre, el padre o el cuidador principal, cuando esta figura se va y cuando regresa. A partir de este experimento, explica la egresada UIC, se definen cuatro tipos de apegos afectivos:
-Apego seguro: Se forma alrededor de los ocho meses de edad; el niño distingue quién lo cuida y es confiable y quién es un extraño. Si ve a la figura con quien mantiene un vínculo afectivo, se siente tranquilo incluso cuando se separa unos metros porque la sabe presente. Este apego florece al sentirse cuidado y aceptado porque quien lo cuida está disponible de forma suficiente y lee sus necesidades. En la adultez este apego se traduce en internalizar a la pareja y saberla cerca aunque no esté todo el tiempo físicamente.
-Apego evitativo. Cuando no hay un vínculo estrecho o presencia frecuente, el niño prefiere evitar la relación para no sentirse abandonado. Así, en el experimento mencionado, la persona cuidadora se va pero el niño no llora, no le importa, y cuando regresa lo ignora y evade la relación para que no le duela la ausencia. En el caso de los adultos este tipo de apego se presenta en personas que necesitan ser amadas pero no se involucran tanto o huyen por temor al abandono.
-Apego ambivalentes. El niño no se siente seguro de saber si la persona que lo cuida regresará o no, incluso cuando ha vuelto no se calma del todo. Oscila entre querer apegarse y no hacerlo. En la adultez, así les sucede también en la vida de pareja.
-Apego caótico. El niño se sale de control; la ansiedad lo rebasa cuando la figura cuidadora no está, y a su vuelta no lo puede calmar ya que no hay un vínculo constante, ha estado lejana físicamente o demasiado cercana, porque la sobreprotección también es una forma de abandono afectivo. En la relación de pareja, este apego se manifiesta ante un miedo desproporcionado a que el otro se vaya; se presenta un estado muy ansioso por ejemplo cuando la pareja no responde de inmediato llamadas o chats. Si no se percibe cerca o imagina un posible abandono, la persona vive angustia, depresión y cae en excesos posesivos y de celos.
Durante el taller, la Mtra. Martín de Campo explicó que la elección de pareja tiene que ver con los mapas emocionales, es decir, las relaciones tempranas, los tipos de apego, las creencias,
costumbres, valores y patrones familiares, ya sea para reafirmarlos o para evitarlos, pero lo que vivimos, es un referente para la elección de pareja.
Si una persona detecta que vive uno de los apegos no saludables, puede trabajar en sanar esas experiencias de la infancia de forma individual o mediante una terapia, a fin de lograr experiencias
afectivas diferentes en las cuales se sienta más segura y tranquila.
Ante la ansiedad de perder al otro, hay tres patrones ansiosos derivados por deficiencias afectivas que buscamos cubrir pero no de forma sana. Estos son:
1. Colusión: Cuando un individuo se engancha con otro porque percibe que tiene lo que a él o ella le falta y, aunque se pelean de manera constante, no es fácil dejarlo, se generan
círculos viciosos inconscientes que les impiden separarse porque dependen afectivamente del otro.
2. Complementariedad o relaciones desiguales. Hay dos tipos: el protector que toma el rol de padre o madre y el castigador donde alguno toma el control y el otro se deja controlar.
3. Colisión: Pleitos frecuentes al caer en cuenta que el otro no es como uno pensaba.
La relación de pareja comienza por el flechazo o enamoramiento, luego surge una simbiosis, más tarde vendrá la desilusión al darse cuenta de que esa persona no es tal cual la que percibimos o
interpretamos; sigue la etapa de la colisión donde hay pleitos y desacuerdos frecuentes que pueden dirimirse con negociación y deciden seguir juntos, o la ruptura para buscar otra persona
con la que pueda iniciarse un nuevo enamoramiento.
Las relaciones de pareja pueden ser sanas o no en la medida en que se toma consciencia de los perfiles de persona que se eligen, los patrones relacionales con base a los cuales se actúa y los
apegos que se tienen.
“Si sufro todo el tiempo o me pongo muy mal cuando no me contesta mi pareja, o si me volví adicta o adicto a estar peleando, hay que analizar y de ser necesario pedir apoyo, porque estamos
apegados a relaciones dañinas. Una relación sana es aquella en la que ves al otro como una persona distinta a ti, donde no sufres todo el tiempo, hay confianza y una sensación de bienestar a
pesar de las diferencias”, concluyó la Mtra. Martín del Campo.

 

 

Fuente: http://www.veracruzinforma.com.mx/index.php/ciencia-y-salud/item/21311-dime-con-quien-andas-y-te-dire-quien-eres

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