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marzo 22, 2017

Toda competencia es sana y deseable. Las empresas compiten entre sí para ganar. El triunfo puede quedar representado por mayores ventas, más utilidades, mejor posicionamiento en el mercado e incluso en aspectos menos tangibles como la imagen y la reputación del negocio.

Por Diana de Luna|
Docente de la Licenciatura en Administración Estratégica, UIC

Vivimos en un mundo organizado, donde las reglas juegan un papel muy  importante para garantizar una convivencia sana y armónica. En el hogar existen reglas que delimitan nuestras acciones y nuestro comportamiento. Al salir a la calle y transitar por la ciudad, también estamos sujetos a respetar ciertas reglas que nos permiten llegar a nuestro destino de una forma segura y ordenada.

¿Qué pasaría si no existieran estas reglas que limitan nuestras acciones? La respuesta, aun cuando parece demasiado simple, tiene implicaciones importantes. El resultado final de no contar con reglas claras de interacción sería el caos y la anarquía, donde el poderoso siempre estaría en una condición de ventaja sobre los demás e intentaría, en todo momento, la búsqueda de su propio beneficio aun a costa de quienes lo rodean.

En el ámbito de los negocios también existen reglas, cuya función primordial consiste en fomentar la participación de las empresas en los sectores productivos existentes. Establecen una suerte de arena en la cual los participantes    —en este caso, las empresas— pondrán en juego todas sus habilidades, pericia y astucia para alcanzar sus objetivos, siempre atentos a aquello que sí se puede hacer y, al mismo tiempo, respetando los límites permitidos para no incurrir en acciones ilícitas que ocasionen un daño a ellas mismas y a los demás participantes. Por este último motivo, serán sujetos de cualquier castigo por parte de la autoridad competente.

Las reglas también tienen la función de normar la competencia y permitir, mediante mecanismos previamente establecidos, que quienes participan en el “juego” tengan la misma probabilidad de resultar victoriosos y, al mismo tiempo, que ningún participante obtenga el triunfo con base en acciones no permitidas.

Esta responsabilidad puede recaer en una persona, como los padres, en el caso de una familia; en el agente de tránsito y vialidad, en las calles; los árbitros o jueces, en los deportes; las autoridades, en los centros educativos, por mencionar algunos.

Toda competencia es sana y deseable, y se encuentra  intrínsecamente ligada con el crecimiento y desarrollo de las personas. Así, competimos de forma directa, pero también implícitamente, en casa, con los hermanos; en las escuelas, con los compañeros; en el trabajo, con personas de otras áreas, etcétera. La competencia debe estar sujeta a ciertas reglas que permitan, como se señaló líneas arriba, la probabilidad de que cualquier competidor gane y alcance su objetivo.

Las empresas también compiten y luchan entre sí para ganar. El triunfo puede quedar representado por mayores ventas, más utilidades, mejor posicionamiento en el mercado e incluso en aspectos menos tangibles como la imagen y la reputación del negocio. Sin embargo, tal competencia también debe ser normada y vigilada para garantizar igualdad de oportunidades a todos los participantes, evitando prácticas y actividades que favorezcan a unos y perjudiquen a otros.

En este sentido, organismos como la Cofece (Comisión Federal de Competencia Económica) juegan un papel fundamental para vigilar y garantizar el respeto a las reglas del juego, prevenir y combatir acciones que obstaculicen y/o propicien un desequilibrio en el funcionamiento de los mercados.

Para un profesional de los negocios resulta primordial identificar, conocer y reconocer la existencia de organismos que constituyen una fuente de información, asesoría y apoyo en el desempeño de sus funciones. De lo contrario, estará sujeto a los vaivenes y fungirá como un participante siempre en desventaja, en lugar de un jugador bien informado y con capacidad de toma de decisiones al conocer las reglas del juego.

Para fortalecer el conocimiento sobre estos temas, este próximo jueves 23 de marzo, las autoridades de la COFECE impartirán una conferencia para los estudiantes de Administración Estratégica, a las 18 h en el Auditorio Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Intercontinental.

* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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Toda competencia es sana y deseable. Las empresas compiten entre sí para ganar. El triunfo puede quedar representado por mayores ventas, más utilidades, mejor posicionamiento en el mercado e incluso en aspectos menos tangibles como la imagen y la reputación del negocio.

Por Diana de Luna|
Docente de la Licenciatura en Administración Estratégica, UIC

Vivimos en un mundo organizado, donde las reglas juegan un papel muy  importante para garantizar una convivencia sana y armónica. En el hogar existen reglas que delimitan nuestras acciones y nuestro comportamiento. Al salir a la calle y transitar por la ciudad, también estamos sujetos a respetar ciertas reglas que nos permiten llegar a nuestro destino de una forma segura y ordenada.

¿Qué pasaría si no existieran estas reglas que limitan nuestras acciones? La respuesta, aun cuando parece demasiado simple, tiene implicaciones importantes. El resultado final de no contar con reglas claras de interacción sería el caos y la anarquía, donde el poderoso siempre estaría en una condición de ventaja sobre los demás e intentaría, en todo momento, la búsqueda de su propio beneficio aun a costa de quienes lo rodean.

En el ámbito de los negocios también existen reglas, cuya función primordial consiste en fomentar la participación de las empresas en los sectores productivos existentes. Establecen una suerte de arena en la cual los participantes    —en este caso, las empresas— pondrán en juego todas sus habilidades, pericia y astucia para alcanzar sus objetivos, siempre atentos a aquello que sí se puede hacer y, al mismo tiempo, respetando los límites permitidos para no incurrir en acciones ilícitas que ocasionen un daño a ellas mismas y a los demás participantes. Por este último motivo, serán sujetos de cualquier castigo por parte de la autoridad competente.

Las reglas también tienen la función de normar la competencia y permitir, mediante mecanismos previamente establecidos, que quienes participan en el “juego” tengan la misma probabilidad de resultar victoriosos y, al mismo tiempo, que ningún participante obtenga el triunfo con base en acciones no permitidas.

Esta responsabilidad puede recaer en una persona, como los padres, en el caso de una familia; en el agente de tránsito y vialidad, en las calles; los árbitros o jueces, en los deportes; las autoridades, en los centros educativos, por mencionar algunos.

Toda competencia es sana y deseable, y se encuentra  intrínsecamente ligada con el crecimiento y desarrollo de las personas. Así, competimos de forma directa, pero también implícitamente, en casa, con los hermanos; en las escuelas, con los compañeros; en el trabajo, con personas de otras áreas, etcétera. La competencia debe estar sujeta a ciertas reglas que permitan, como se señaló líneas arriba, la probabilidad de que cualquier competidor gane y alcance su objetivo.

Las empresas también compiten y luchan entre sí para ganar. El triunfo puede quedar representado por mayores ventas, más utilidades, mejor posicionamiento en el mercado e incluso en aspectos menos tangibles como la imagen y la reputación del negocio. Sin embargo, tal competencia también debe ser normada y vigilada para garantizar igualdad de oportunidades a todos los participantes, evitando prácticas y actividades que favorezcan a unos y perjudiquen a otros.

En este sentido, organismos como la Cofece (Comisión Federal de Competencia Económica) juegan un papel fundamental para vigilar y garantizar el respeto a las reglas del juego, prevenir y combatir acciones que obstaculicen y/o propicien un desequilibrio en el funcionamiento de los mercados.

Para un profesional de los negocios resulta primordial identificar, conocer y reconocer la existencia de organismos que constituyen una fuente de información, asesoría y apoyo en el desempeño de sus funciones. De lo contrario, estará sujeto a los vaivenes y fungirá como un participante siempre en desventaja, en lugar de un jugador bien informado y con capacidad de toma de decisiones al conocer las reglas del juego.

Para fortalecer el conocimiento sobre estos temas, este próximo jueves 23 de marzo, las autoridades de la COFECE impartirán una conferencia para los estudiantes de Administración Estratégica, a las 18 h en el Auditorio Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Intercontinental.

* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional