Es tiempo de la UIC. Con motivo del mensaje del inicio del ministerio del Papa León XIV

Es tiempo de la UIC. Con motivo del mensaje del inicio del ministerio del Papa León XIV

Escrito por: Mtro. Hugo Antonio Avendaño Contreras

Rector de la Universidad Intercontinental

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La homilía del Papa León XIV, pronunciada en la Eucaristía que marcó el inicio de su ministerio petrino, no solo constituye una pieza teológica de gran densidad espiritual, sino un horizonte esperanzador que interpela profundamente a las universidades; en particular, a aquellas de inspiración cristiana. Como rector de una institución fundada por los Misioneros de Guadalupe, deseo compartir algunas reflexiones con nuestra comunidad académica para acompañar nuestra gestión en el contexto del pensamiento del nuevo Sucesor de Pedro.

Desde el inicio de su mensaje, León XIV revela un tono pastoral y existencial que, al parecer, caracterizará su pontificado: un llamado a “caminar juntos” como hermanos, bajo la luz del amor de Dios. Al citar a san Agustín —“Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”— sitúa su misión no en una lógica de poder, sino de comunión. El Papa se presenta como un “siervo de la fe y de la alegría” de los demás, una expresión profundamente evangélica que ofrece inspiración directa para el estilo de liderazgo que universidades como la nuestra están llamadas a ejercer.

Unidad en lo diverso: pedagogía para la reconciliación y la paz

Uno de los ejes centrales de la homilía es la unidad. No una uniformidad que aplaste identidades, sino una comunión que “valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo”. Esta visión, que armoniza con la propuesta del Pacto Educativo Global, nos invita a cultivar en las aulas una pedagogía personalista, donde las diferencias no dividan, sino que dialoguen. En tiempos marcados por el miedo a lo diferente, por la polarización ideológica y el individualismo tecnocrático, León XIV proclama que la Iglesia —y por extensión toda obra educativa nacida de su seno— debe ser “una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad”.

En universidades como la nuestra, esta visión puede traducirse en modelos educativos humanistas, espacios de escucha intercultural, programas de formación en ciudadanía global y espiritualidad del encuentro. Formar profesionales no solo competentes, sino humanos, capaces de construir paz desde sus disciplinas, se convierte en una tarea urgente.

El amor oblativo como fundamento del liderazgo universitario

En un pasaje central, el Papa reflexiona sobre el diálogo entre Jesús y Pedro, resaltando el contraste entre el “agapao” de Cristo —el amor incondicional, oblativo— y el amor aún frágil de Pedro. Esta dimensión del amor como servicio, como entrega sin cálculo, redefine lo que debe entenderse por autoridad: no dominio, sino caridad que edifica. Para quienes ejercemos responsabilidades de conducción en la universidad, este mensaje es profundamente interpelante. Gobernar es amar, decía san Agustín; León XIV lo actualiza: presidir es caminar al lado, sin pretender “hacerse dueño de las personas”.

Este principio se extiende a nuestros docentes y estudiantes: enseñar es un acto de amor, investigar es buscar la verdad por amor a la humanidad, servir a la comunidad es dar la vida “por los corderos” del presente y del mañana.

Una Iglesia (y una universidad) con brazos abiertos al mundo

El nuevo Papa nos invita a no encerrarnos en grupos homogéneos, a evitar el “sentirnos superiores al mundo”. La universidad no puede permanecer ensimismada ni ser un castillo de saber elitista o soberbia intelectual. Debe abrirse con valentía al diálogo con otras creencias, culturas y formas de conocimiento. León XIV habla de “una Iglesia misionera que se deja cuestionar por la historia”. Así también nuestras universidades de inspiración cristiana e identidad católica debemos dejarnos interpelar por los clamores de la tierra y de los pobres, por los signos de los tiempos, y responder con propuestas creativas, críticas, transformadoras.

Un exhorto para la UIC en su 50 aniversario y para el futuro

Esta homilía fundacional es, además, para nosotros, una hoja de ruta. Nos invita a redoblar nuestra vocación como comunidad educativa al servicio de la esperanza. Que cada espacio formativo de la Universidad Intercontinental se convierta en una red lanzada al “mar del mundo”, donde florezca la confianza, el compromiso y la pasión por el bien común. En los albores del jubileo hacia nuestro cincuenta aniversario, este primer mensaje de Su Santidad nos recuerda la necesidad de cambio profundo y radical mientras mantenemos la esencia de nuestra identidad misionera. Estamos llamados a formar a extraordinarios profesionistas que estén comprometidos con la excelencia de su profesión en el ejercicio de la riqueza de los valores humanistas del Evangelio.

La hora del amor ha llegado, nos dice León XIV. Que nuestras aulas, laboratorios, capillas, centros de investigación y proyectos sociales vibren al compás de esta llamada. Desde nuestra institución, respondamos como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Y que ese amor se haga obra. Respondamos a ese llamado desde nuestra identidad, desde nuestra vocación y desde la esperanza que la UIC tiene en un nuevo horizonte hacia el futuro. Somos y seguimos siendo un proyecto pertinente y necesario para la comunidad. Vayamos juntos y convencidos de que somos parte de una gran Misión.

 

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