Autor UIC

Escrito por: P. David Félix Uribe, MG
Instituto Intercontinental de Misionología
octubre 2, 2019

En este mes de octubre ha comenzado el llamado Mes Misionero Extraordinario, convocado por el Papa Francisco el 22 de octubre de 2017 con el fin motivar, alimentar la actividad evangelizadora de la Iglesia ad gentes,  con el tema “Bautizados y enviados”.

En general, octubre se ha considerado el mes de las misiones, pero, en esta ocasión, se considera extraordinario en conmemoración del centenario de la promulgación de la carta apostólica Maximum Illud  del Papa Benedicto XV (30 noviembre 1919) que retoma el Papa Francisco para destacar la importancia de continuar renovando el impulso misionero en la Iglesia: es solamente volviendo  al corazón del dinamismo misionero como la Iglesia se renovará y se liberará de tantos peligros siendo uno de ellos la autorreferencialidad. El camino que nos llevara  a esta renovación será una profunda experiencia espiritual, basada en la búsqueda continua de  Jesucristo y encarnada en la relación con la gente; es decir con otros pueblos, otras culturas. Por esta razón, continua siendo necesario el camino ad gentes porque ello nos recuerda que la Iglesia es misionera por naturaleza.

Cabe recordar que el documento pontificio al que se alude fue escrito en el contexto de los atroces efectos producidos por la Primera Guerra Mundial, en la crisis de una Iglesia misionera con una mentalidad etnocéntrica, basada en la idea que los países cristianos eran civilizaciones superiores en cuanto al desarrollo, colonizando otras culturas. Aunque la carta apostólica fue escrita dentro de los marcos teológicos de su época, representa una aportación relevante hacia el futuro de la Iglesia misionera; es decir, ver que lo que antes llamábamos misiones ahora son reconocidas como iglesias locales inculturadas, dejándolas en manos del clero nativo y  vinculando a todos los fieles a la evangelización.

Si se rescata esa visión profética en el escenario actual, lo primero que debemos hacer es tomar conciencia del cambio de época, lo cual implica superar la mentalidad etnocéntrica y aceptar que todas las iglesias tienen la misma identidad y responsabilidad, dar importancia a las periferias y excluidos. Somos también llamados a vivir dentro de una misión holística; es decir, que apunta a la totalidad, a la globalidad, a una misión que desea conjugar diferentes aspectos, a anunciar el evangelio en su totalidad sin reducirlo a uno solo de sus aspectos y anunciarlo a todos los pueblos o grupos sociales, abarcando lo geográfico, lo antropológico, social y cultural. Esta misión holística debe mantener el carácter propio de la misión.

Dentro de las características de la misión holística encontramos el diálogo profético: una apertura en colaboración con los que no piensan y no viven como uno. La ortopatía: el recto y justo sentir que nos lleva a la sensibilidad por el sufrimiento y carencias del otro. La defensa de la vida: la vida como don prioritario de Dios, defender la vida, la responsabilidad ecológica debe ser contenido central de la acción misionera de la Iglesia.

En palabras de Su Santidad: “Este Mes Misionero Extraordinario recemos para que el Espíritu Santo suscite una nueva primavera para todos los bautizados y enviados por la Iglesia de Cristo”.

* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional