Autor UIC

Escrito por: Luciel González Deras
Alumna de la Licenciatura en Pedagogía
junio 28, 2019

Actualmente, la infancia no lleva un proceso como en épocas anteriores, la infancia es un concepto que constantemente va evolucionando ya que implica cambios sociales, tecnológicos y de pensamiento que también son la pauta para crear sistemas de protección jurídica y social para menores, así como un incentivo para las aportaciones científicas de  pedagogos y otros profesionales.

Vivimos en un mundo que puede llegar a ser percibido como amenazante;
sin embargo, como personas cercanas a los niños y jóvenes, no es posible protegerlos en todo momento de los altibajos de la vida o de las amenazas que puedan alterar sus circunstancias emocionales o físicas. Lo que sí podemos, es proporcionarles las herramientas necesarias para superar las adversidades y responder a los desafíos que se les presenten con el fin de que lleguen a la vida adulta con una sensación de bienestar. Los infantes de ahora están bajo una fuerte tensión que puede deteriorar su salud física y psicológica.

El sentimiento de bienestar depende de las circunstancias, pero en gran medida es un reflejo de nuestra forma de ver las cosas y de nuestro modo de pensar. La posición económica, la salud o el poder pueden incrementar nuestro bienestar; no obstante, ello depende de la medida de bienestar de la sociedad o de la cultura en la que vivimos, como asegura Carlos Hué (2016). Por esta razón, los niños deben estar en un entorno que les permita desarrollar fortalezas, adquirir destrezas y recuperarse de sus pérdidas.

Rafael Bisquerra (2009) clasifica el bienestar en cuatro categorías: material, físico, social y psicológico. Este último es el resumen del resto de formas de bienestar, dado que una persona puede ser feliz sin bienestar material o con un grave padecimiento. Gracias a la resiliencia, una persona con una sensación de malestar, pero con un nivel alto de inteligencia emocional, haría un análisis racional de las causas de su malestar y, en el caso de no poder hacer nada para mejorarlo, aceptaría dicho malestar. En el caso de poder hacer algo, diseñaría una estrategia para obtener un alivio temporal. Una vez que actúe obtendrá un alivio permanente. En ninguno de los dos casos esta persona deja de confiar en su pensamiento positivo que lo impulsa a superar su situación de malestar.

¿Qué es resiliencia?

Este término tiene su origen en el latín, resilio que significa “volver atrás”. También se utiliza en la física y se expresa como la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse con flexibilidad, recobrar su forma original y su capacidad de resistencia al choque. Según Rutter (1993), el término ha sido retomado por las ciencias sociales expresando a aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y con éxito.

Varias disciplinas proponen trabajar no sólo sobre los factores de riesgo que pueden poner en peligro a los niños y adolescentes; también, sobre la capacidad de los individuos para afrontar las dificultades, poniendo en juego sus aptitudes.

Manciaux (2003) menciona que las investigaciones sobre la resiliencia han hecho que, de un modelo centrado en el riesgo, se implemente un modelo de prevención basado en las potencialidades y en los recursos que el ser humano posee y en relación con su entorno. Dicho modelo consiste en reconocer que cualquier persona es vulnerable ante la fuerza de un evento que en sí mismo puede causar daño, pero que lleva consigo una protección que es la resiliencia, que evitará que esa fuerza actúe sobre ella, ya que logra transformarla en factores de protección, así la amenaza se convierte en oportunidad.

Es fundamental que los docentes y otras personas que trabajan en la promoción del bienestar social promuevan este tipo de educación emocional y que tengan en cuenta la importancia de un comportamiento resiliente, ya que éste conduce al diseño de acciones preventivas individuales y grupales. Si el docente ofrece un ambiente óptimo, con técnicas, metodología y humanismo, hará que los alumnos se sientan motivados y puedan ver en su quehacer diario una realización personal. La alegría, la fantasía, el afecto, la aceptación de sí mismo, el optimismo realista, etcétera, son destrezas que pueden ser enseñadas, y desarrolladas. Es necesario no dirigirse a los niños solamente como víctimas potenciales, sino como personas con recursos para desarrollar su propia resiliencia y ser un recurso para otro individuo.

Una buena educación debería favorecer el movimiento continuo del equilibrio riesgo-protección, abriendo al niño a nuevas experiencias, pero en un contexto de seguridad y teniendo en cuenta sus límites. El niño podrá de manera progresiva aumentar su capacidad de defenderse y de construir su vida, recuperándose de las pérdidas o las dificultades para dar paso a una estructura sana de la persona.

 Referencias

Bisquerra, R. (2009). Psicopedagogía de las emociones. Madrid: Síntesis.

Hué, C. (2016). Inteligencia emocional y bienestar. Ediciones Universidad San Jorge.

Manciaux, M. (comp). (2003). La resiliencia: resistir y rehacerse. Barcelona: Gedisa.

Rutter, M. (1993). Resilience: Some conceptual considerations. Journal of Adolescent Health.

Fotografía: ISTOCK

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