Autor UIC

Escrito por: Observatorio de Religiosidad Popular
Instituto Intercontinental de Misionología
enero 15, 2020

El lunes 13 de enero se realizó en la Universidad Católica Lumen Gentium el Coloquio sobre el Sínodo de la Amazonía, actividad conjunta que involucró a la Maestría de Pastoral Urbana de la UCLG, al Observatorio de la Religiosidad Popular (ORP) de la UIC y a la Comisión de Reflexión de la Misión Ad Gentes (Coremag) de Misioneros de Guadalupe.

El coloquio dio continuidad al evento efectuado en las instalaciones de la Lumen el pasado 13 de noviembre del 2019 denominado “Nuestra Iglesia en América desde el sínodo para la Amazonía” el cual, también organizado por las tres instancias antes mencionadas, pretendió la apropiación de los temas más relevantes del Sínodo celebrado en Roma en octubre del año pasado, pues compete a la vocación de las instancias organizadoras toda vez que, en la perspectiva a futuro de la Iglesia en América, la pastoral urbana y la religiosidad popular son dos factores clave y cruciales para el desarrollo de la misión de la Iglesia en el continente americano.

En esta ocasión, el Coloquio adquirió especial relevancia por la participación del Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, quien —como sinodal— pudo compartir su experiencia en primera persona del desarrollo del sínodo, sus preparativos y lo que prosigue en la vida de la Iglesia en cuanto a la formalización de los resultados del mismo.

Quien abrió el Coloquio fue el P. Raúl Nava Trujillo, M.G., coordinador de la Coremag, quien, en su calidad de misionero en Brasil, contextualizó la peculiaridad en la forma de hacer Iglesia en la región amazónica, con escasa presencia clerical y mucha participación laical, generando un tipo de vida eclesial que se sustenta en los laicos que asumen el papel protagónico en la Iglesia, pero muy vinculada a la vida, el cuidado del medio ambiente, la resolución de conflictos sociales, la promoción humana y económica de la región, etc. En este sentido, su intervención fue un preámbulo que ubicó al auditorio para entender que muchas de las “novedades” del Sínodo, son en realidad un hacer justicia a la actividad ya desarrollada desde décadas atrás por la Iglesia presente en este territorio, muy marcadamente de organización laical. Una realidad muy diferente a la de la Iglesia mexicana.

En seguida, vino la presentación del Cardenal Carlos Aguiar, quien de forma amena, sencilla y anecdótica, ubicó los tipos de sínodos que se celebran en la Iglesia Universal, destacando que este sínodo corresponde a un llamado particular de la Iglesia presente en el territorio amazónico, lo cual es muy relevante, pues nunca se habían juntado todos los involucrados pues pertenecen a siete conferencias episcopales distintas que en ocasiones interactúan una o dos por iniciativas o cercanía, pero nunca son convocadas a crear esta unidad panamazónica, lo cual sí es muy nuevo, sugerente y enriquecedor para la región.

El cardenal destacó la importancia y actualidad de esta forma de integrar temas como la ecología a la visión cristiana del mundo, no como un anexo, sino como parte de su vocación esencial a la vida, su custodia, preservación y protección. Apuntó también que lo que prosigue es la Exhortación Apostólica con base en los documentos conclusivos del sínodo la cual se espera aparezca en el venidero mes de marzo. Señaló que, de los números conclusivos, aquellos que son votados por dos terceras partes se quedan, mientras que los que no alcanzan ese rango se eliminan. En este caso, no se esperan discrepancias entre las conclusiones y la exhortación pues todos los números fueron aprobados.

Después de la participación del cardenal, vino la intervención del Dr. Jorge Traslosheros quien —como historiador— destacó que este sínodo no es de generación espontánea sino que responde a procesos históricos contextuales frente a los cuales la Iglesia se posiciona, desarrolla y vive. Así pues, es digno de considerar este sínodo en todo su peso histórico como un producto concreto de un caminar específico. Ubicó las ideas centrales ecológicas que nutrieron este sínodo (así como el antecedente de la encíclica Laudato Si del papa Francisco) como una clara confrontación a la antigua Teología del Progreso, de corte calvinista, que veía la naturaleza como objeto de uso, y al ser humano, como depositario de la posesión de la tierra para explotarla a su arbitrio. Frente a esta corriente teológica, se yergue  a partir de la Laudato Si, una apuesta por la vida, por la tierra como una casa común, que no es inagotable y que requiere de ser cuidada, pues sus procesos como ente viviente pueden ser interrumpidos y aniquilados con terribles consecuencias para todos. En el fondo, subyace una interpretación en la relación con el mundo, pasando de una concepción pragmática-utilitaria de verla como bodega inagotable a una más ética, que la ve como morada común, lo cual genera responsabilidad en los huéspedes en atención a la vecindad intramundana.

Finalmente, el Coloquio se cerró con la participación del Dr. Manuel Árias y su reflexión acerca de la teología india y el sínodo para la Amazonía, combinación muy interesante si consideramos que uno de los pilares del sínodo fue la cuestión intercultural de los innumerables pueblos indígenas vivos y operantes en esta región.

El Dr. Árias recordó que desde el siglo XVI el encuentro de la Iglesia y los indígenas americanos fue desastroso.  Se realizó en un contexto de agresividad y desconocimiento lo cual llevó a una imposición vertical del mensaje cristiano, pues bajo la firme convicción de que toda la religiosidad indígena estaba en poder del demonio, se desarrolló una actitud de aborrecimiento y destrucción. Frente a esto, y bajo la presión de abjurar de su religión, los indígenas aprendieron a venerar al Dios cristiano junto con símbolos y formas de su tradición religiosa ancestral. Esos modos de fe indígena son los que se convirtieron después en las ricas expresiones de religiosidad popular propias de estas tierras.

Recordó que Santo Domingo asentó las bases de un diálogo entre iguales con las religiones indígenas cuando mencionó que había que profundizar el diálogo con las religiones no cristianas, especialmente las indígenas presentes en nuestro continente, muchas veces denigradas e ignoradas, pero en esa presencia la Iglesia debe acompañar su reflexión teológica respetando sus formas culturales.

Por último, en Aparecida, se destacó de nuevo que el catolicismo popular, originalmente inculturado, es un producto legítimo de una tradición histórica y, por ello, un modo legítimo de vivir la fe, una verdadera herencia inculturada de los pueblos indígenas que han desarrollado su propia espiritualidad.

 

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