Ciencias Sociales
Autor UIC

Escrito por: Diana Canela Navarro
Docente en la Licenciatura en Arquitectura
septiembre 21, 2019

Caminé por la sala como buscando algo que sabía que me hacía falta. Subí las escaleras como queriendo acariciar cada escalón con la suela de mis zapatos. En el comedor había un cenicero con cigarros a medio fumar, también un frutero que prometía un deleite exquisito en la boca y una jarra con agua. El sol brillaba tenuemente en la mesa.

Heredar cosas de mi abuela hace que siempre conjugue dos tiempos: el profundo afán de novedad de mi personalidad y la sensación de que el tiempo se congeló en los viejos muebles y en la calidez del olor a madera del siglo pasado.

Existen lugares que logran conjugar dos o más épocas; tan distintas entre sí que parecen no tener características en común.

Salgo de la casa para tomar una ruta tan caótica que con sólo pensarlo mi mente se abruma. Agarro un libro y mis audífonos… mientras, lo único que puedo pensar es que necesito “algo más” para trabajar esta vez.

Luego de un —debo mencionar— tardío y apabullante camino, llegué a uno de mis lugares favoritos en la ciudad. De esos, que, como mencioné anteriormente, conjuga un montón de elementos que, por separado, podrían parecer anacrónicos, pero en sintonía confluyen como caudal.

Después de pensar y repensar, he llegado a la conclusión de que esta ciudad es más surrealista que las películas de David Lynch: “nadie las entiende, pero todo el mundo quiere más”. He escuchado a gente que no nació en esta bulliciosa urbe; gente que, o bien acaba de llegar o viene de visita o recién se ha mudado, y encuentra un deleite en cada huella que va dejando en el mapa de sus pasos en esta nueva y modernizada Ciudad de México. Porque aquí siempre se busca la renovación hasta en el nombre: “Adiós, D. F.; hola #CDMX”, sí, así con hashtag, dijeron “los de arriba”.

Vuelvo al surrealismo del que hablé antes: Iglesias al lado de bares, escuelas frente a plantas tratadoras de agua, gente pobre pidiendo limosna a otros (menos) pobres en el metro, la ineficiencia del transporte público, el tráfico incesante, el lujo de grandes empresas junto a casonas que apenas están sostenidas por un par de tabiques mal empotrados…

Por ello, elegir y encontrar un lugar sereno y circunspecto fuera de toda la vorágine que está afuera y nos deglute a cada momento parece una tarea imposible.

Es absurdo creer que dentro de todo el caos existe una especie de restitución del orden. Dentro de esta modernidad líquida y el afán incansable por la renovación se han creado espacios de los cuales es difícil apropiarse; mientras que hay otros que te acogen como volver a los brazos de tu madre.

El lugar del que hablo conjuga elementos que se compaginan en un ambiente plácido y estoico. Es paradójico que el concreto, que cualquier persona que nació durante la primera mitad del siglo XX concebiría como frío, aburrido y antiestético, sea la mejor técnica para rendir homenaje a la cualidad artesanal y rústica del tabique rojo, lo que te envuelve en un espacio que, sin sacarte de este caos citadino, te permite sentir y conocer lugares que, en ocasiones, sólo la literatura puede presentar.

El concebir una idea creativa en el campo arquitectónico y llevarla a cabo para lograr una meta que priorice los sentidos y la experiencia estética de su habitador, mediante el manejo de la cualidad conceptual y etérea del motivo de la creación técnica y artística, es algo que difícilmente se alcanza con delicadeza y acierto en México.

El Centro Cultural Elena Garro es un homenaje espacial a su objeto de creación, es la modernidad insertada en un cuerpo pretérito a su época, es la libertad sembrada en el transcurso de un momento que todavía espera la renovación, es un diálogo con la historia, es construir la memoria cultural de un lugar.

El concreto, la duela, la inserción de la luz, el interior, el vacío y la naturaleza en un escenario contenido es la traducción actual de toda la concepción intelectual de la época que Elena Garro transgredió, a partir de su pensamiento, en un plano arquitectónico.

El hecho de materializar un espacio para la literatura, la cultura y el lector en pleno siglo XXI es el acto más anacrónico en una época de total globalización y modernidad.

La rebeldía ante lo estipulado en el pensamiento de la figura celebrada es la misma de la mano del ente creativo de su autoría espacial. Este centro de reunión de la cultura es el lugar que anhelamos y precisamos los que vamos en busca de cobijo en las palabras de quien escribe los más sinceros pasajes de su vida… Es aquel sitio donde el caos citadino desaparece para permitirte un encuentro contigo por medio de un interlocutor llamado literato.

Es el lugar que conoces o deseas encontrar porque tienes algo en común con las dos féminas (motivos de su creación), seres que han ido en contra de lo establecido en sus tiempos, y con muchos más que piensan como yo —como tú (probablemente) y como Auster—, que afirman que la vida sin literatura y sin arte es inconcebible por el simple hecho de que en sus palabras: “los libros tienen algo que no tiene la música u otras formas de arte: los libros se leen individualmente, y aunque haya un lector o un millón, siempre habrá un lector y un libro. Porque es una relación uno a uno, autor y lector colaborando juntos, porque un libro es el único lugar del mundo donde dos extraños pueden conocerse y reunirse en términos de igualdad”.

Porque, espacialmente, el Centro Cultural Elena Garro es el escenario preciso para que estos dos desconocidos se relacionen, sin importar la cualidad temporal de su existencia. Encontrar en la vida cotidiana la materialización de la belleza ideal es una expectativa que raras veces coincide con la realidad.

El café se me ha terminado, la luz del sol ha desaparecido por completo, salgo de nuevo hacia la hostilidad descrita, el piso empedrado me recibe, suena Heroes en mis audífonos y pienso que no hay pieza más acertada para los sucesos más recientes de este país. Encontrar sosiego en una época como esta puede ser posible en el escenario descrito.

 

Para saber más

Licenciatura en Arquitectura, Universidad Intercontinental. Disponible en  https://www.uic.mx/licenciaturas/division-ciencias-sociales/arquitectura/

Licenciatura en Diseño Gráfico, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/licenciaturas/division-ciencias-sociales/diseno-grafico/

Irma Lozada, “BIM, lo último en tecnología para la arquitectura”, Blog UIC. Disponible en https://www.uic.mx/bim-lo-ultimo-tecnologia-la-arquitectura/

Abril López, “Arquitectura con orientación social”, Blog UIC. Disponible en  https://www.uic.mx/arquitectura-orientacion-social/

Karemm Danel, “Cinco diseñadores gráficos que debes conocer”, Blog UIC. Disponible en  https://www.uic.mx/cinco-disenadores-graficos-que-debes-conocer/

 



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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