Autor UIC

Escrito por: Escuela de Derecho
División de Ciencias Sociales
julio 12, 2022

Los orígenes de la profesión de abogado se extienden a tiempos inmemoriales, pues en un sentido amplio podemos considerar que cuando un ser humano abogó por otra víctima de una injusticia, sin saberlo, inició con una actividad fundamental para la sociedad.

No podemos precisar ni el momento ni el nombre de este primer ser humano que elevó su voz ante la injusticia, y aunque algunos tratan de encontrar en vestigios escritos (estelas, rocas, tablillas de barro, papiros, dibujos, entre otros) que dan certeza de la persona del abogado en la sociedad, resulta difícil para el razonamiento aceptar qué abogado hace su aparición en el escenario social a partir de evidencias escritas sea en cualquiera de sus expresiones.

El abogado, sin pretender abordar todo el tema, es un profesional del Derecho, lo cual significa que es, entre otros, un experto en la ley, no sólo en cuanto a su conocimiento sino en interpretación y aplicación en casos concretos.

Quienes acuden a él, por lo general, claman justicia, por lo que busca a quien lo puede llevar al altar de la diosa Themis, quien será la encargada de, una vez escuchadas a las partes, decidir lo que a cada uno le corresponde. Por lo que es responsabilidad del abogado no abusar en modo alguno de su “expertise” en el conocimiento de la normatividad para torcerla, sea en beneficio propio, de su familia, clientes o de terceros, pues tal proceder sólo conduce a ser partícipe en la comisión de una injusticia.

Porque no puede haber mayor daño que ante el clamor de justicia para quien la merece, aquel quien esperanzado en el aparato judicial acude a él con la certeza de que su recto proceder es la garantía de obtener lo que merece, reciba una resolución adversa, ya que el que tiene el deber de contribuir con la justicia llevó una conducta denigrante.

Este justiciable dejará de creer en la justicia, esto es, en las instituciones del Estado encargada de impartirla, no volverá a confiar en la ley, porque no sólo padeció el engaño, abuso, deshonestidad, afectación de su patrimonio o aquello que haya sido la causa que lo llevó al templo de Themis, sino que, además, recibió de quien esperaba justicia la peor de las afrentas: la injusticia.

Por eso, la labor del abogado es fundamental en la sociedad; de ella dependerá que las personas dejen de lado hacerse justicia por propia mano, acudiendo con seguridad ante autoridades investigadoras de hechos delictivos, como tribunales en los que confiará en la resolución que pronuncien, siempre con la conciencia que el abogado que los patrocina o procura buscará que resplandezca la espada de la justicia.

En ese sentido, el Código de Ética del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México señala que: “En un Estado de Derecho, el abogado es indispensable para lograr el respeto y cumplimiento de la justicia y de los justiciables, pues tiene la obligación de defender sus derechos y libertades; es, por tanto, el asesor y defensor de su cliente, y en todo momento deberá buscar la prevalencia de la justicia”.

Para finalizar, hoy 12 de julio a todas las abogadas y abogados felicidades, porque con el ejercicio profesional de la abogacía, sea como asesores, procuradores, patronos, fiscalistas, amparistas, laboralistas, penalistas, civilistas, internacionalistas, ambientalistas, docentes, actuarios, notarios, jueces, magistrados, ministros y en general todo el gremio, contribuyen a fomentar una cultura de la legalidad.

Apéndice

El destino del buen abogado: hablar con honestidad siempre ante quien lo consulte, sin importar que no sea lo que quieren escuchar, llegar al convencimiento de que los deberes contraídos se deben cumplir, sin buscar evadir los compromisos contractuales, evitar la tentación de trastocar la ley aunque se dicte un fallo adverso pero justo, enseñar con el ejemplo siendo los primeros en el cumplimiento de los deberes, desmotivar el uso de prácticas contrarias a la legalidad, buscar en todo tiempo la prevalencia de justicia.

Texto: Mtro. Mario Escalona Hernández

* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional