Humanidades

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noviembre 2, 2017

Las redes sociales incluyen a los muertos, porque sigue siendo necesario mantener un intercambio entre vivos y muertos.  Ellos son seres sociales y no dejan de ser parte del colectivo y junto con los vivos, conforman la sociedad humana en conjunto.

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes |
Director de la Maestría en Filosofía y Crítica de la Cultura
y presidente del Observatorio de Religiosidad Popular, UIC

 

En el México de nuestros días, la forma cultural de asumir la muerte es, sin lugar a dudas, festiva. En realidad, se considera como un reflejo pleno de la vida más allá de la vida, pues se trata sólo de un cambio de estatus existencial. Hay una línea continua entre la existencia en este mundo y la del más allá.

En las comunidades tradicionales mexicanas, la celebración de muertos continúa siendo un momento festivo en el que el mundo de los vivos estrecha su vínculo con el de los muertos. Porque morir no implica dejar de pertenecer al grupo social, pues “la gente del pueblo” sigue siendo del pueblo, aunque esté muerta.

La idea de la muerte como un punto final de la existencia sin posibilidad de retorno no existe en estas comunidades. La vida continúa en ese nuevo estado y con una cercanía muy marcada de actividades, de pertenencia social y de gustos personales que se siguen satisfaciendo.

El muerto es ahora algo etéreo, por eso ya sólo consume los aromas —que le duran para todo el año— y los vivos participan del banquete al consumir la comida de la que ya comieron sus muertos. Como los muertos son considerados como almas y sólo consume las esencias, es necesario que sus alimentos se preparen con mucho condimento: chile, hierbas de olor, epazote, laurel, piloncillo, canela, café, vainilla, entre otras cosas. Además, el camino de regreso del más allá hacia la casa en el más acá se marca con flores también aromáticas, como el cempoalxóchitl y el pericón.

Si bien entre los grupos indígenas hay diferentes formas de celebrar a sus muertos, existen algunos puntos de coincidencia. Por ejemplo, el muerto sigue perteneciendo a la sociedad, sigue trabajando allá donde está y tiene hambre, por lo cual debe ser alimentado. No importa que su alimento ya pertenezca al ámbito de las esencias y los olores; el muerto tiene derecho a él, pues trabaja junto con los vivos en el éxito del ciclo agrícola.

Esto significa que sigue siendo necesario mantener un intercambio social entre vivos y muertos. Las redes sociales incluyen a los muertos. Cuando la muerte llega, los seres humanos dejan el mundo de los vivos y se reúnen con los muertos, pero eso no disuelve el vínculo comunitario. Los muertos son seres sociales y no dejan de ser parte del colectivo; ellos, junto con los vivos, conforman la sociedad humana en conjunto.

También hay que destacar que las prácticas rituales y las representaciones sociales de la muerte son una necesidad psicológica, porque sirven para afrontar la separación física. Así, el novenario y el aniversario luctuoso, por ejemplo, son una forma de dosificar la partida, de despedir al muerto poco a poco. Como la muerte es un acontecimiento definitivo, doloroso, confuso y conflictivo, psicológicamente, el acto de morir necesita pasar por un proceso que le permita recuperar la ordinariedad de los vivos; por eso son tan valiosos los rituales, pues ayudan a reconstruir la realidad sin el muerto: asumir la ausencia reconstruyendo la presencia.

No deja de sorprender que rasgos como la celebración de la muerte —de origen cultural indígena— se mantengan vivos en la práctica social de sociedades como las actuales: globalizadas y posmodernas. Continúan siendo parte integral de nuestro proceso de identidad, a pesar de la poca valoración de estos elementos y la cada vez más grande intromisión de modas culturales en la dinámica de mercado que poco a poco desplazan más esta riqueza cultural de la que somos herederos.

 

 

Para saber más:

Karla González, “Los muertos, más vivos que nunca”, Letra Roja, 29 de octubre de 2017. Disponible en http://www.letraroja.com/articulo/los-muertos-mas-vivos-que-nunca

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes, Biblioteca virtual de religión popular. Disponible en http://www.bibliotecavirtualdereligionpopular.com/

 



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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