Escrito por: Angelica Monroy

febrero 9, 2024

En el marco de los casi 100 años del fallecimiento del mártir mexicano San José Sánchez del Río, el viernes 9 de enero, se llevó a cabo en el Domo de nuestra casa de estudios una ceremonia eucarística presidida por el padre Eugenio Zacarías Romo Romo, Superior General de Misioneros de Guadalupe y presidente de la Junta de Gobierno UIC, y concelebrada, entre otros sacerdotes, por el padre Miguel Ángel Ramírez Flores, MG, director general de Formación Integral, mediante la cual se entronizó la reliquia de primer grado correspondiente a partículas de hueso del adolescente cristero nacido en Sahuayo de Morelos, Michoacán.

Durante su homilía, el padre Romo destacó la crisis en América por el respeto a la vida. “La violencia que vivió José Sánchez del Río, mucha gente la está viviendo por otras razones de Cristo”, dijo y cuestionó a los asistentes acerca de qué tanto los artistas de moda los acercan a Dios, sobre qué tanto dan un sentido eterno a la vida: “Necesitamos valores fuertes para dar sentido a nuestra vida que tanto necesitamos renovar” aseguró.

Finalmente, enfatizó que, con la entronización de la reliquia de San José, la UIC hace un esfuerzo para que su comunidad renueve el sentido eterno de su vida.

Al término de la misa, la procesión se dirigió al Oratorio UIC a San José Sánchez del Río, denominado así desde enero de 2016, fecha en que se consagró al santo en el marco de las celebraciones por el 40 aniversario de la UIC.

Por último, se llevó a cabo un convivio en el que participaron miembros de diversas áreas de nuestra comunidad UIC, se ofrecieron deliciosos tacos de canasta elaborados por los estudiantes de la Licenciatura en Administración de Negocios Turísticos y se proyectó la película La cristiada en la Terraza Fray Toribio Benavente.

San José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán. Al decretarse la suspensión del culto público, José tenía 13 años y 5 meses. Su hermano Miguel decidió tomar las armas para defender la causa de Cristo y de su Iglesia. José, viendo el valor de su hermano, pidió permiso a sus padres para alistarse como soldado; su madre trató de disuadirlo; sin embargo, él le dijo: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión”. Su madre le dio permiso, pero le pidió que escribiera al jefe de los Cristeros de Michoacán para ver si lo admitía y, al no ser aceptado, no se desanimó y luchó hasta conseguirlo.

El viernes 10 de febrero lo sacaron de la parroquia al mesón general del ejército federal. Le desollaron las plantas de los pies, y lo obligaron a caminar descalzo. Durante todo el trayecto, José, iba dando gritos y vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Al señalarle su tumba y poniéndose al pie de ella fue sometido a ahorcamiento y acuchillamiento por sus verdugos. Uno de ellos, Rafael Gil Martínez apodado “El Zamorano”, lo bajó del árbol donde había sido colgado y le preguntó: “¿Qué quieres que le digamos a tus padres?” José respondió con voz de mucha fatiga: “Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos”. El verdugo sacó su pistola y lo mató de un tiro en la sien.

Fotografías: Angélica Monroy y Herman Gustavo Galván Balcorta

 

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