Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura Mt. 6, 33
Paz y bien para todos ustedes, muy queridos hermanos en Cristo Jesús que ha resucitado del sepulcro para iluminar nuestro caminar. Les saludo con mucho gusto; mi nombre es Andrés de Jesús Delfín, originario de la Ciudad y Puerto de Veracruz, docente de Educación Especial y estudiante del Posgrado en Psicoterapia Psicoanalítica en la UIC.
En días pasados (01-09/abril/2023), tuve la oportunidad de participar en la Misión de Semana Santa con la Pastoral Universitaria en la comunidad del Salitre, perteneciente al municipio de Ixtlán, en el estado de Michoacán; localidad de la Diócesis de Zamora.
Durante la misión, me fue encomendado apoyar a uno de los sacerdotes que nos acompañó, debido a que era extranjero y aún está aprendiendo nuestro idioma, por lo que el apoyo en la Liturgia fue parte de mi servicio al Señor y resultó en una muy grata y bella experiencia como misionero, llevando su palabra a ese pueblo suyo, formando parte de un equipo de trabajo atendiendo a los niños, jóvenes y adultos que se congregaron en la comunidad.
El rezo del Rosario fue parte esencial cada mañana en nuestro caminar como discípulos y propagadores del Evangelio, viviendo y compartiendo mi fe con ellos y ellos con todos nosotros. Además, lo viví de una manera especial después de diez años de no hacerlo, sintiendo en cada persona el amor que Dios me tiene y que nos tiene a cada uno, siendo providente y misericordioso.
Debo contarles que estuve a punto de no tener esta fortuna, pues vivo en provincia y estudio a distancia, por lo que viajé durante la madrugada y, por desgracia, el tiempo de viaje fue más de lo que se tenía previsto. Finalmente llegué un poco tarde, pero alcancé a tomar el transporte. Al llegar a la población del Salitre, la feligresía nos recibió con aplausos al entrar a la capilla, por lo que considero que de ese modo se manifestó el amor, la providencia y la misericordia del Señor en mi vida y, muy seguramente, de una forma especial en cada misionero, viendo la comunidad en nosotros la imagen de Dios, sintiéndose amados por Él a través del misionero que deja su vida atrás por unos días para vivir juntos la fe en Cristo Jesús.
Deseo que, a la luz del Evangelio y mediante la intercesión de quienes han seguido el ejemplo de Jesús dando testimonio con su vida y sus obras, nosotros también podamos contar nuestra propia historia como discípulos y misioneros de su palabra, siempre bajo la protección y amparo de María, madre de Dios y madre nuestra.
¡Cristo Resucitado sea nuestra luz y fortaleza!