En los últimos años el bloque BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ha ganado relevancia en la geopolítica global. Su crecimiento económico, su papel en organismos internacionales y su influencia comercial lo colocan como un contrapeso serio al G7, liderado históricamente por potencias occidentales.
Con la ampliación del bloque a BRICS+ en 2024 y la inclusión de países como Egipto, Irán y Etiopía el grupo ha adquirido mayor peso diplomático y acceso a recursos estratégicos; por ejemplo, petróleo, minerales y agua. Más de 20 naciones han mostrado interés en unirse, lo que refuerza su visión como una alternativa al orden económico dominado por Occidente.
BRICS y el nuevo equilibrio geoeconómico
El crecimiento del bloque BRICS redefine el equilibrio del comercio mundial. Actualmente, los BRICS representan, aproximadamente, 40 por ciento (%) de la población total y más del 30% del producto interno bruto global. Esta consolidación le otorga fuerza económica y le permite impulsar cambios estructurales, como la reducción de la dependencia del dólar estadounidense en sus transacciones comerciales.
Uno de los pilares de esta estrategia es crear un sistema financiero más autónomo, con monedas locales o alternativas. Esto ha provocado tensiones con Estados Unidos, que ve en dicha medida una amenaza directa a su hegemonía económica.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que resurgió en 2025 con la reimposición de aranceles por parte de Donald Trump, ha agravado estas tensiones. El nuevo conflicto impacta cadenas de suministro globales, precios internacionales y, por supuesto, economías como la mexicana, atadas al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
México entre Norteamérica y el Sur Global
El dilema para México es estratégico. Por un lado, su economía depende, en gran medida del T-MEC, que representa más del 60% de su comercio exterior. Por otro, el avance de BRICS (en particular, el crecimiento económico de China) representa una oportunidad de diversificación comercial que no se puede ignorar.
Hasta el momento, México se ha mantenido al margen de una posible adhesión a BRICS+. Al respecto, el expresidente Andrés Manuel López Obrador enfatizó que la prioridad nacional es reforzar el T-MEC y no comprometer la relación con Estados Unidos, su principal socio comercial.
Esta postura parece prudente. Romper con la lógica norteamericana podría resultar riesgoso para una economía que aún tiene una alta dependencia de sus exportaciones hacia el norte.
¿Y si el T-MEC ya no basta?
BRICS no es sólo una alianza económica, sino también una fuerza diplomática que está reconfigurando el tablero mundial. Por ello, México debe estar preparado para una eventual transformación en el equilibrio del poder económico.
Pensar en un “plan B” con China y otros países del Sur Global no es traicionar al T-MEC, sino prepararse con inteligencia estratégica para un mundo multipolar. China ya es el segundo socio comercial de México y su inversión en América Latina ha crecido de manera exponencial en los últimos años.
México podría explorar acuerdos bilaterales e inversión en infraestructura tecnológica y cooperación energética con miembros de BRICS sin abandonar su compromiso con Norteamérica.
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