Gratitud, desarrollo psicológico y valor humano a lo largo de la vida

Autor UIC

Escrito por: María del Carmen Gómez Ramos

Licenciatura en Psicología

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La gratitud es un sentimiento fundamental en la experiencia humana y cumple un papel clave en el desarrollo psicológico, emocional y social de las personas. La gratitud se vincula de manera directa con el agradecimiento y se define como la acción y el efecto de agradecer; pero, también, como una virtud que fortalece los vínculos, promueve el bienestar emocional y enriquece las relaciones interpersonales.

Desde otra perspectiva, la gratitud puede entenderse como un afecto positivo que implica reconocimiento, valoración y aprecio hacia alguien que ha proporcionado un beneficio, ayuda o apoyo. No se trata sólo de un gesto social aprendido, sino de una experiencia emocional profunda que influye en la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.

Gratitud y desarrollo emocional desde la infancia

La gratitud, desde el enfoque psicoanalítico, comienza a gestarse en los primeros años de vida. En esta etapa temprana, el niño establece su primera relación interpersonal con los padres o cuidadores principales. Desde la concepción y a lo largo del crecimiento, se desarrollan múltiples experiencias de gratificación ligadas a la satisfacción de necesidades básicas, afectivas y de estabilidad emocional.

En primer lugar, estas experiencias permiten que el infante se sienta seguro, cuidado y respetado como persona. Más tarde, como respuesta a dicho bienestar recibido, el niño comienza a reconocer el cuidado del otro, lo que sienta las bases de la gratitud. Este proceso se repite activamente con hermanos, abuelos y otros miembros de la familia, consolidándose como reconocimiento afectivo.

De acuerdo con Mahler (1977), este reconocimiento favorece el desarrollo de la empatía y la construcción de vínculos duraderos que, con el tiempo, se expresan mediante conductas de gratitud y generosidad. Así, la gratitud no surge de manera espontánea, sino que se construye a partir de experiencias relacionales significativas.

La gratitud como valor moral en la niñez

Con frecuencia, se piensa que la gratitud y el agradecimiento se limitan a decir “gracias”; sin embargo, este sentimiento va más allá. La gratitud requiere, al menos, tres elementos fundamentales: conocimiento, sentimiento y expresión. Es decir, implica reconocer lo recibido, experimentarlo emocionalmente y expresarlo con autenticidad.

Entre los cinco y 11 años, la gratitud adquiere un carácter moral. Es una etapa donde los niños suelen guiarse por el principio del deber y por normas aprendidas en el entorno familiar y social. Por ello, la labor de los padres y cuidadores es esencial. Enseñar a los hijos valores como la tolerancia, el respeto y la protección favorece un desarrollo emocional más sólido y una mayor confianza en sí mismos.

Con estas condiciones presentes, los niños fortalecen conductas generosas que amplían su mundo afectivo y social. Según Spitz (1985), es un proceso que contribuye a la consolidación de vínculos sanos y a la capacidad de reconocer al otro como alguien valioso, lo cual refuerza la experiencia de la gratitud.

Gratitud, empatía y vínculos en la adolescencia

Durante la adolescencia, las conductas de gratitud y generosidad continúan fortaleciéndose. En esta etapa, los jóvenes suelen identificarse con figuras significativas, como padres, hermanos, abuelos y maestros. Por medio de esa identificación, internalizan modelos de comportamiento basados en el reconocimiento, la empatía y el cuidado del otro.

Asimismo, la gratitud deja de ser sólo una norma aprendida y se convierte en una experiencia consciente. El adolescente comienza a reconocer el valor emocional de ser generoso y agradecido y puede experimentar satisfacción al expresar estos sentimientos. Así, la gratitud se vincula con la construcción de la identidad y con el desarrollo de relaciones más profundas y significativas.

La gratitud en la adultez y el bienestar psicológico

En la adultez, la gratitud se manifiesta como una virtud activa. En esta etapa la generosidad y el agradecimiento benefician a quien lo recibe y a quien los experimenta. Sentir gratitud provoca placer emocional y promueve actitudes de cuidado, respeto y amor hacia los demás.

Además, la gratitud contribuye a una vida más satisfactoria y significativa. Cuando una persona es capaz de reconocer y agradecer lo que ha recibido, revive recuerdos placenteros y fortalece sus relaciones interpersonales. Este sentimiento actúa como un recurso emocional que favorece la estabilidad psicológica y el bienestar general.

Por ello, agradecer a quienes forman parte de nuestra vida (padres, hermanos, abuelos, hijos, pareja y amigos) se convierte en un acto que nos engrandece. Agradecer implica hacer las paces con uno mismo, con los demás y con la propia historia personal. En ese reconocimiento, se honra lo que se tiene y quién se es.

El estudio de la gratitud, desde la psicología, permite comprender mejor los procesos emocionales que intervienen en el desarrollo humano. Al respecto, la formación académica en psicología ofrece herramientas teóricas y prácticas para analizar estos fenómenos, promover el bienestar emocional y fortalecer las relaciones humanas desde una perspectiva ética y profesional.

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Para saber más

Doctorado en Psicoanálisis

Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica

Postdoctorado en Psicoanálisis Contemporáneo

Clínica Universitaria de Psicoterapia Psicoanalítica e Intervención Educativa, CUPPIE

Mahler, M., Pine, F. y Bergman, A. (1977). El nacimiento psicológico del infante humano: simbiosis e individuación. Bogotá: Enlace Editorial.
Spitz, R. (1985). El primer año de vida del niño. México: Fondo de Cultura Económica.

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