Nunca es demasiado temprano y mucho menos demasiado tarde para hablar sobre la paz, y aunque no es sencillo encontrar las palabras para describirla, sí sabemos que la necesitamos.
Ya Virginia Arango (2007) comparte una definición: “Paz” es ausencia de conflictos o de guerra, o un fin en sí mismo. Mientras tanto, otros autores han luchado por alcanzarla; tal es el caso de Javier Sicilia, poeta, ensayista y activista de la paz, quien perdió a su hijo Juan Francisco en la llamada “guerra contra el narcotráfico”.
En ese contexto, el Movimiento por la Paz nació como un latente recordatorio de que vivir sin tranquilidad no es vivir; sin embargo, el mensaje es claro: los cimientos de los derechos humanos, asentados por Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial, son fundamentales para convivir en espacios comunitarios y encausar las fuerzas para encontrar medidas que promuevan y permitan que cada persona viva el mundo como los niños cuando juegan.
Cabe aclarar que lo que se busca es el bien vivir y vivir en paz, que no es lo mismo que la ausencia de conflicto, divergencias o dificultades, sino la capacidad de enfrentarlas y superarlas. Por ello, es necesario comprender que otro fundamento de la paz, como menciona Arango (2007), es la ausencia de la negación de las libertades y el respeto de los derechos fundamentales del ser humano.
Paz y comunidad como fundamento social
Como ya mencionamos, la paz es el respeto de las libertades y derechos de los seres humanos, pero sin limitarse a ello. Ahora bien, la pregunta aquí es ¿se logra alcanzar la paz sólo en comunidad? La respuesta es sí.
Para alcanzar la paz es necesario conocer al otro. No se puede comprender la paz como una abstracción de “que cada quién haga lo que quiera” o “si no me afecta, está bien”. Pensar así es pensar de manera hiperindividualista, como diría Lipovetsky (cit. por Tamés, 2007); vivir centrado en el yo y tomar las decisiones en función de sí mismo. Es decir, no se logra la paz cuando se ésta solo o con quien me conviene estar.
El espacio universitario
Las universidades deben tomar un papel protagónico en el tema de la paz; pues, en ocasiones, es en su interior donde se gestan acciones contrarias a ella. Las casas de estudio, como espacios para el conocimiento, la ciencia y la búsqueda de la verdad, no pueden permitir que entre miembros de su comunidad se generen relaciones de competencia y de poder y no de apoyo, pues entorpecen el alcance y la consecución de algunos objetivos, como formar agentes de cambio y la transformación social.
Docentes, respeto y construcción de paz
No olvido, por supuesto, a aquellos docentes y directivos universitarios con su compromiso inamovible de formar estudiantes íntegros, capaces de encontrar acuerdos mediante el diálogo y el respeto a las diferencias culturales.
Estas diferencias culturales son necesarias para la observancia de que toda persona es libre de tener sus propias convicciones y para aceptar que los demás tienen las suyas (Kolangui, s. f.).
Promoción en la comunidad
A manera de cierre, quiero invitarlos a ser ejemplo de respeto por la libertad y los derechos civiles, políticos o religiosos de cada persona. En la medida en que respetemos al otro, tendremos la posibilidad de respetarnos a nosotros mismos y de hacernos respetar como seres individuales y sociales, capaces de convivir en comunidad, y así ser agente de paz.
Seamos promotores de la paz y que ésta nos inspire a vivir por nosotros mismos y por los demás para formar comunidades fuertes, decisivas y coherentes, orientadas al bien común y a la transformación de la sociedad.
En la Universidad Intercontinental impulsamos una formación humanista y social que promueve valores de convivencia, la cultura de paz y la construcción de comunidades solidarias y participativas.
La paz también se aprende, se practica y se enseña desde la educación. Conoce nuestro plan de becas aquí.
Para saber más
Arango, V. (2007). Paz social y cultura de paz. Panamá: Panamá Viejo.
Kolangui, T. (s. f). El valor de la tolerancia en la construcción de una cultura de la paz. México: Anáhuac.
Tamés, E. (2007). Lipovetsky: Del vacío a la hipermodernidad. EN-CLAVES del pensamiento, 1 (2), 138-145.

