Reseñas

Escrito por: Ana Gabriela Vázquez Carpizo
Catedrática de la Licenciatura en Diseño Gráfico
mayo 24, 2018

«El cuerpo humano es el núcleo y vínculo general
de nuestro cosmos, centro de nuestras percepciones,
generador de nuestro pensamiento, principio de nuestra
acción y rector beneficiario y víctima de nuestras pasiones.»

Alfredo López Austin

De agosto hasta finales del año pasado, el Museo Nacional de Antropología e Historia presentó la exposición temporal Mayas: el lenguaje de la Belleza. Miradas Cruzadas que, después de un amplio recorrido por China, Alemania e Italia, regresó a nuestro país, con motivo de la celebración de los 500 años de la primera expedición española a tierras mayas.

Además de la sala que el museo tiene destinada permanentemente a esta cultura y que, sin duda, siempre representa un deleite visitar, el regreso de esta colección itinerante se vio enriquecido con la incorporación de poco más de 30 piezas, lo que sumó un total de 333, casi todas ellas centradas en la representación del cuerpo como instrumento de expresión.

Con base en el impecable trabajo de la curadora Karina Romero Blanco, el montaje de esta exhibición se vio respaldado por una vastísima información documental, producto del estudio e investigación de arqueólogos, antropólogos, etnohistoriadores e historiadores de arte, así como de la revisión de fuentes testimoniales referidas en las obras de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Pedro de Alvarado; documentos como las Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán y, por supuesto de las fuentes literarias escritas por los propios indígenas y mestizos (Popol Vuh, los libros del Chilam Balam, Cantares de Dzitbalché y Memorial de Sololá).

Foto: INAH

Provenientes de 45 sitios arqueológicos de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, esta gran colección estuvo organizada con base en cuatro núcleos temáticos: “El cuerpo como lienzo”, “El cuerpo revestido”, “La contraparte animal” y “Los cuerpos de la divinidad”.

Estos temas son expuestos y explicados de manera interactiva mediante actividades de carácter lúdico, que permitieron a los visitantes ir de la experiencia contemplativa a la participación activa, la comprensión profunda de cada conjunto de piezas, pero sobre todo, a la reflexión analítica en torno a la riqueza estética de las manifestaciones artísticas de nuestros antepasados.

Sumado al innegable trabajo escultórico en todas y cada una de las piezas expuestas, me resultó de particular interés la primera sección, “El cuerpo humano como lienzo”, pues me permitió sostener un acercamiento especial a la representación del concepto de belleza corporal de nuestros antepasados, en comparación con los estándares estéticos que actualmente nos han sido impuestos.

El uso del cuerpo como espacio e instrumento plástico de expresión, probablemente se remonta a las primeras manifestaciones de comunicación del ser humano; esto es, al deseo primigenio de materializar y hacer visible, por medio de la piel (“herramienta viva”), la energía de vida contenida en la mente y el corazón.

Mediante la historia, el marcaje corporal como muestra de lo que se es y de lo que se pretende ser ha significado también nuestra necesidad de trascender la mera presencia física a una presencia sígnica y simbólica para identificarnos y diferenciarnos de nuestros semejantes. En ese sentido, la construcción de la identidad individual a través del cuerpo implica también cierta apropiación sensorial del entorno y su resignificación material en el organismo que nos hace formar parte de él.

De esta forma, nuestro cabello, rostro, torso, extremidades y demás “instrumentos corporales” siguen siendo parte de un lenguaje que, consciente o inconscientemente, usamos para construir y reafirmar nuestra personalidad (del etrusco phersu, “máscara del actor”: personaje) y pertenencia social.

Así, los mayas, como otras culturas del mundo, se valieron de la pintura en rostro y cuerpo, la escarificación en la piel, la modificación artificial de la forma de la cabeza, el estrabismo intencional, las perforaciones en orejas y nariz, la mutilación y decoración dental (pintura, pulido, esgrafiado, limado y perforación) para exagerar las facciones deseables y suprimir las menos codiciadas. Complementando lo anterior, se encontraban la sensualidad de los movimientos corporales, la gestualidad facial, los aromas, el ritmo de la respiración, los sonidos emitidos por medio de la voz y el canto, que, en conjunto, constituyeron para los pueblos mayas, el semblante perfecto para mostrarse ante la sociedad y a la vez, para establecer un vínculo mágico con el cosmos.

Las otras secciones no son menos interesantes ni menos valiosas; por el contrario, son temas muy apetecibles para abordar con profundidad en otro momento. En esta sección de la exposición, puede corroborarse una vez más que el lenguaje gráfico como medio de transformación y reafirmación de valores conlleva al replanteamiento de lo bello como un constructo abstracto, subjetivo y particular de la experiencia estética de cada individuo dentro de contextos espaciales y temporales muy específicos y que además invita a considerar la belleza desde otros puntos de vista para descubrir formas distintas de apreciarla, pues finalmente “ la belleza está en los ojos de quien la mira, ya que éste le encuentra la esencia” (Francis Bacon).



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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