La muerte de una hermana o un hermano

Autor UIC

Escrito por: Juan Pablo Brand

Licenciatura en Psicología

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Mientras estamos en camino hacia allá
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La carga no me pesa nada,
Él no es pesado, él es mi hermano.

The Hollies

 

La literatura psicológica y psicoterapéutica ha relegado al hermano a un lugar secundario. Sorprende revisar las obras completas de Sigmund Freud y encontrar que sólo hay 19 referencias directas a los hermanos, seis de las cuales están dedicadas al tema del deseo de muerte hacia ellos. La experiencia fue similar en el caso de búsquedas en librerías físicas y digitales.

La muerte del hermano en la literatura

El capítulo cinco de mi libro Elementos para a clínica psicoterapéutica con niños y adolescentes, dedicado a “Hermanas y hermanos”, refiero lo siguiente:

“La calidad de la relación con nuestros hermanos se hace extensiva a todos los que consideramos ‘iguales’. Cordialidad, envidia, competencia, diálogo, afectividad y toda la gama de condiciones vinculares con los hermanos se reproducirán en las relaciones que tengamos e influirán de manera significativa en las decisiones que tomemos” (p. 53).

Resulta inexplicable el silencio alrededor de las hermanas y los hermanos, quienes, al contrario, inundan la literatura de ficción. Como lo expresa Elizabeth DeVita-Raeburn, en su texto analítico-literario “The Empty Room: Understanding Sibling Loss”, escrito sobre la muerte de su hermano, “su mejor amigo y el maestro de ceremonias de su época”.

Ted, hermano mayor de Elizabeth, fue hospitalizado cuando ella tenía seis años y él nueve. Ted pasó los siguientes ocho años de su vida en una “burbuja” en el hospital, tras lo cual murió a causa de la enfermedad autoinmune que lo mantuvo aislado. Elizabteh tenía 14 años.  

Siendo adulta y una escritora consolidada, escribe el libro que la lleva a descubrir la poca literatura profesional sobre el tema, para el que decide entrevistar a personas que han perdido a hermanas y hermanos, concluyendo que “los que sufren son los expertos”.

Modelo de duelo

Por su parte, T. J. Wray perdió a su hermano a los 43 años. El dolor la llevó a escribir su libro Surviving the Death of a Sibling, que inicia con la frase: “El año que mi hermano murió, olvidé cómo respirar”.

Wray dirige su interés a la etapa adulta de las hermanas y los hermanos y, tras su propia experiencia, delimitó varias etapas, algunas que retomó del modelo de duelo propuesto por Elisabeth Kübler-Ross y otras resultado de sus vivencias y de numerosas entrevistas a adultos que habían perdido a hermanas y hermanos.

  1. El shock, procesar la noticia. La primera respuesta a la noticia de la muerte de una hermana o un hermano depende de la propia personalidad y de la calidad de la vinculación fraternal.
    Sin embargo, Wray encontró en su investigación algunas constantes: sensación de confusión y desorientación, desórdenes estomacales, mareos, dificultad para hablar, debilidad, dolor en el pecho y la suma de miedos. Cuando la muerte se presenta tras una enfermedad terminal, se experimenta un “doble golpe”, el que se tuvo al saber de la enfermedad y el de la muerte.
  2. La negación, la sensación de que se está soñando, de que no está sucediendo el evento.
  3. Interpretar las reacciones de los demás como actitudes de alguien que no entiende el dolor que se experimenta.
  4. Buscar la soledad y tener frecuente flash backs.
  5. Enojo.
  6. Culpa, arrepentimiento y conflicto: Debería haber…, podría haber…, hubiera… El deseo de retornar el tiempo para hacer y decir todo aquello que representa la relación.
  7. Depresión.
  8. Una última visita, en sueños. Emociones intensas cuando se sueña con vida a la hermana o al hermano que ha muerto y profunda tristeza al despertar y corroborar que sólo fue un sueño.
  9. El cuestionamiento de las propias creencias religiosas y/o espirituales, desencanto por el dolor que se experimenta.
  10. La aceptación que lleva a la búsqueda del sentido.

Muerte de la existencia

La muerte de una hermana o un hermano es la despedida de un ser alrededor del cual nos configuramos como personas, es el adiós a un referente de nuestra biografía y de nuestra educación sentimental.

Es, también, un golpe existencial que nos recuerda el inevitable memento mori. Pensamos que morimos de una sola vez y para siempre; pero, en realidad, con cada ser amado que muere, muere una parte de nosotros mismos, y así hasta quedar sin nada ni nadie.

De ahí la importancia de tejer con cada duelo el sentido del camino restante para evitar llenarnos de vacío.

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REFERENCIAS

Brand, J.P. (2019). Elementos para la clínica psicoterapéutica con niños y adolescentes. Una perspectiva desde la calidad de vida. Universidad Intercontinental.

Devita-Raeburn, E. (2007). The Empty Roo: Understanding sibling loss. Scribner Book Company.

Wray, T.J. (2003). Surviving the death of a sibling. Three Rivers Press.

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