Salud
Autor UIC

Escrito por: Maritza Verónica García Montañez y Christian Amaury Ascensio Martínez
Docentes de la Licenciatura en Psicología
mayo 1, 2019

El bullying y la violencia escolar suelen utilizarse como términos con igual significado. Sin embargo, los especialistas señalan diferencias conceptuales que ayudan a reconocer dos problemáticas diferentes. 

De manera cotidiana, las expresiones bullying y violencia escolar suelen utilizarse como sinónimos, lo cual ha generado tres grandes confusiones:

  • Que el bullying o maltrato entre pares (MEP) es exclusivo del centro escolar.
  • Que el MEP es la única forma de violencia escolar.
  • Que maltratadores y maltratados son fácilmente identificables.

Por ello, es importante destacar las similitudes y diferencias entre el bullying (maltrato entre pares) y la violencia escolar, con la finalidad de hacer visible la intersección entre ambos conceptos, recordando que el bullying puede presentarse en la escuela, pero también en otros contextos. Adicionalmente, señalamos el carácter intercambiable de los actores, ya que no hablamos de víctimas crónicas y maltratadores potenciales, sino de niños, niñas y adolescentes que ejercen, reciben, observan o instigan maltrato en diferentes situaciones. Se trata de prácticas que durante muchos años se consideraron naturales, inevitables e incluso pedagógicamente deseables, pero que actualmente se señalan  como formas de violencia.

En los últimos años se ha observado que los medios de comunicación difunden con el nombre de bullying diversas agresiones en las aulas y pasillos escolares: peleas entre compañeros, exhibición de casos de suicidio adolescente relacionado con problemas escolares, profesores amenazados por los padres de alumnos, maltrato de maestros hacia alumnos, entre otros, generando altos niveles de expectación morbosa y reduce a una sola (bullying) las diversas manifestaciones de violencia que se presentan en las escuelas. Si bien el maltrato entre pares puede presentarse en la escuela, la violencia escolar es más amplia y remite a otras prácticas.

No todo es bullying

Uno de los pioneros en la temática fue Dan Olweus, quien explicó que el término bullying aplica cuando un estudiante es maltratado (bullied) o victimizado al exponerse, de forma repetida y durante un tiempo prolongado, a una serie de acciones negativas por parte de uno o más estudiantes. Las acciones negativas son aquellas acciones intencionales que infligen o pretenden infligir lesiones y malestares a otros, las cuales pueden ser verbales —en forma de amenazas, insultos, burlas y sobrenombres— o físicas —mediante golpes, bofetadas, patadas, pellizcos y otras agresiones—, pero también pueden expresarse mediante miradas de desprecio y gestos discriminatorios que promueven el rechazo y la exclusión. Éstas pueden realizarse de forma individual o grupal y el blanco del bullying también puede ser un individuo o un grupo. Asimismo, para que el bullying se presente, debe haber un desequilibrio en la fuerza (una relación de poder asimétrica), de tal manera que el personaje atacado tiene dificultad para defenderse por sí mismo y es impotente frente a quienes lo hostigan y maltratan.

El autor considera conveniente distinguir entre bullying directo, que consiste en ataques abiertos hacia la víctima, y bullying indirecto, que consiste en provocar el aislamiento o la exclusión intencional de un individuo o grupo. Para Olweus, es importante prestar especial atención al primero, ya que es menos visible y sus efectos son progresivos.

El bullying también puede observarse en jardines de unidades habitacionales, en espacios donde conviven niños y adolescentes de diferentes escuelas, en clubes sociales, en el servicio militar y dondequiera que haya pares; algunos autores señalan que también existe entre hermanos.

Bullying no es lo mismo que violencia escolar

Existen agresiones, humillaciones, abusos e injusticia en prácticamente todos los espacios de la vida social, pero adquieren formas específicas cuando se presentan en las escuelas; sin embargo, la influencia del término bullying y su relación con los centros escolares ha favorecido el ocultamiento de otras formas de violencia que ocurren en dichos escenarios. La violencia escolar incluye agresiones físicas (golpes, puñetazos, patadas), agresiones verbales (amenazas, burlas, apodos, rumores, entre otros), exclusión social y pueden presentarse agresiones sexuales (tocamientos no consentidos, relaciones sexuales forzadas). Cuando estas violencias se manifiestan entre pares de manera repetida (por lo menos una vez a la semana durante seis meses) y contemplan un desequilibrio en el poder entre quien ejerce el maltrato y quien lo recibe, con la intención de lastimar, entonces se trata de MEP; cuando las diversas formas de violencia se dan entre alumnos y maestros, así como entre todos los actores presentes en las escuelas (prefectos, directivos, conserjes, padres de familia), se trata de violencia escolar. Al respecto, se pueden señalar cinco manifestaciones de violencia escolar particularmente relevantes: vandalismo, disruptividad, indisciplina, criminalidad y violencia interpersonal. Por otro lado, hay un listado con las acciones cometidas por alumnos, las cuales se clasifican como de mala conducta o indisciplina y se relacionan directamente con el entorno escolar:

  • Alterar el orden del grupo, desobedecer.
  • Faltar al respeto a compañeros y profesores.
  • Pelear.
  • Portar objetos prohibidos y armas.
  • Jugar de manera inadecuada y peligrosa.
  • Tener retardos.
  • No trabajar en clase, no entrar a clase o salirse de ella.
  • No traer material de trabajo.
  • Portar el uniforme incompleto.
  • Tener bajo aprovechamiento escolar.

Por otro lado, cuando se confunde bullying con violencia escolar en su conjunto, se olvida la violencia institucional (resultante del propio sistema educativo), que lleva a los adolescentes a ver en las clases un espacio de aburrimiento y a cometer actos considerados de mala conducta o indisciplina, debido a su desinterés por los conocimientos transmitidos. Esto se debe a que, con frecuencia, se presenta una desconexión entre lo que se enseña en los centros escolares y la cultura popular de muchos alumnos, lo que da lugar a una situación de extrañamiento y al cuestionamiento de la escuela como algo “útil”, lo que propicia desencuentros, conflictos y apatía.

Entre bullying y violencia escolar es posible destacar que en ambos casos se presentan actores intercambiables en las diferentes situaciones, sin negar que algunos adolescentes puedan ser propensos a desempeñar el papel de maltratadores o víctimas de manera repetida.

El maltrato no es sólo físico

Las formas que adquiere el bullying son verbales; físicas; sexuales (tocamientos irrespetuosos); sociales; de indiferencia y ostracismo (el hacer a un lado a la persona, sobre todo del grupo); virtuales, mediante el cyberbullying o intimidación por la red, ya sea a través de teléfonos móviles o de redes sociales.

En la actualidad, se le relaciona con las nuevas tecnologías, las cuales ponen al alcance niveles mayores de daño, humillación y anonimato al impedir el contacto de las capas emocionales que inhiben la agresión; esto da lugar a prácticas de maltrato que rebasan las fronteras espaciotemporales. Es el caso de las redes sociales, los blogs y las páginas de internet, donde se pueden escribir libremente chismes de los compañeros, subir fotos retocadas o en situaciones humillantes, con un amplio foro anónimo que opina y contribuye a generar un maltrato extenso y desinhibido con elevado potencial dañino. Los adolescentes de las sociedades modernas han crecido con acceso a la red, colocándolos en una posición ventajosa, tecnológicamente hablando, frente a los adultos, quienes carecen de los recursos para controlar y limitar las actividades que los niños y adolescentes realizan en sus computadoras. De este modo, internet se ha convertido en un espacio propicio para la violencia virtual que trasciende cualquier escenario real, pero que influye en este último. A dicha práctica se le conoce como cyberbullying.

En ese sentido: “los comportamientos en internet no son más que un reflejo de los comportamientos en sociedad […] internet permite el desarrollo de nuevas formas de relación social que no tienen su origen en internet, sino que son fruto de una serie de cambios históricos, pero que no podrían desarrollarse sin la red de redes”.

Factores de riesgo para que se presente el bullying

Los factores de riesgo son condiciones y variables que favorecen una mayor probabilidad de que se presente un problema; en este caso, prácticas de bullying o MEP. Éstos pueden clasificarse de la siguiente manera:

  • El género (más chicos que chicas ejercen el maltrato).
  • En cuanto a la edad, la adolescencia parece ser el momento más álgido.
  • La personalidad agresiva, mecanismos débiles de inhibición de la agresión y actitud favorable hacia la violencia.
  • Ejercer el maltrato se relaciona con altos niveles de testosterona y bajos de adrenalina, lo que refleja un bajo nivel de activación.
  • Quien maltrata suele tener un éxito escolar significativamente inferior y se percibe como menos eficiente académicamente.
  • Los que ejercen el maltrato suelen presentar baja empatía afectiva, además de puntuar alto en las tres dimensiones de la psicopatía infantil.
  • Adolescentes que ejercen maltrato suelen presentar una frecuencia cardiaca baja en estado de reposo, que refleja baja activación.

Factores de riesgo individuales para recibir maltrato

  • La orientación sexual (ser homosexual es riesgo de sufrir maltrato.
  • En el caso de quien es maltratado, se relaciona con comportamientos de interiorización como ansiedad y depresión, por lo tanto, a una tendencia a tener baja autoestima.
  • La religión que se profese.
  • Una serie de características físicas, como alguna discapacidad o un rasgo biológico.
  • También se recibe maltrato por el grupo étnico o el color de la piel.

Factores de riesgo familiares

  • Conflictos familiares en general (entre padres y hermanos), y cómo se manejan.
  • Estrategias disciplinarias parentales dedeficitarias, especialmente las muy duras o inconsistentes.
  • Relaciones negativas entre progenitor e hijo (apego inseguro y culpabilización estigmatizadora).
  • Depresión crónica de la madre.

Factores de riesgo sociales

  • Pobreza y desigualdad.
  • Existencia de clanes y pandillas.
  • Alta incidencia delictiva.
  • Disponibilidad de drogas y armas.
  • Violencia social que favorece la cultura de la ilegalidad y el debilitamiento del tejido social.
  • Impunidad.

Consecuencias presentes y futuras de ejercer o recibir el maltrato

  • Tener miedo de ir caminando o de regresar de la escuela.
  • No querer ir a la escuela.
  • Tener un mal desempeño escolar.
  • Continuamente llegar con libros, ropa o tareas destruidas.
  • Llegar a casa con hambre (porque le roban el dinero para el almuerzo o el almuerzo mismo).
  • Retraimiento.
  • Tartamudear.
  • Comenzar a golpear a otros niños (como reacción a la intimidación de esos niños o de otros).
  • Alteraciones alimenticias (no comer o comer en demasía) y volverse obsesivos con la limpieza.
  • Padecer dolores de estómago.
  • Llorar sin razón aparente.
  • Tener pesadillas frecuentes.
  • Enuresis nocturna (orinarse en la cama).
  • “Perder” sus cosas.
  • Negarse a decir lo que está pasando.
  • Golpes, rasguños y cortadas sin explicación creíble.
  • Sufrimiento y disminución de la autoestima.

 

Consecuencias para quien ejerce el maltrato

  • Vacío interior.
  • Incapacidad para adaptarse.
  • Falta de afecto disfrazado de valentía falsa.
  • Coléricos.
  • Deprimidos e impulsivos.
  • Temor en confiar en los demás.
  • Falta de sensibilidad y empatía.
  • Proyectan su sentimiento de inferioridad haciendo menos a otros.
  • Conflictos frecuentes con todo tipo de autoridad.
  • Tienden a plantearse metas académicas poco exigentes.
  • Fracaso escolar.
  • Problemas legales.
  • Vandalismo, riñas callejeras, robos, embriaguez pública y conflictos con la ley.

 

Los efectos del bullying a mediano y largo plazo transcurren en relación con las víctimas recurrentes, éstas pueden abandonar los estudios apelando al maltrato como la razón principal; mientras que las formas del maltrato con violencia son diversas, y en algunas ocasiones de suma gravedad.

Bullying y estrés

Sin duda, otra consecuencia es el estrés negativo o distrés. La respuesta de estrés se refiere al síndrome general de adaptación, que implica la suma de las reacciones generales del organismo consecutivas a la exposición prolongada a una sobrecarga, al estímulo que genera el estrés o estresor.

Síntomas del estrés postraumático:

  • Reviviscencia del hecho (pesadillas), lo cual perturba las actividades diarias.
  • Evasión (refugio en el alcoholismo, en fumar tabaco o marihuana, o evadirse con música).
  • Hiperexcitación (estado de alerta ante cualquier estímulo).
  • Pensamientos y estados de ánimo o sentimientos negativos (creer que el maltrato es merecido, depresión).
  • Ansiedad, estrés y tensión (agitación o excitabilidad, mareo, desmayo, sensación de latidos del corazón en el pecho y dolor de cabeza).
  • Otras reacciones comunes son irritabilidad, trastornos del sueño, disociación y sentirse permanentemente sobresaltado.

En función de la edad, de la historia personal, del género y de la genética, se observarán consecuencias físicas y psicológicas diferentes en los actores del bullying. Pero lo que es común es la respuesta de estrés acompañado de sufrimiento.

¿Cómo se aprende a maltratar?

La familia es el contexto socializador que propone modelos y condiciones de vida a sus integrantes, así como habilidades sociales y estrategias asertivas para la resolución de conflictos. Por ello, cuando una familia ejerce violencia con frecuencia, impone normas, coerción y castigos físicos cuando es autoritaria, y ausencia de límites, escaso control y comunicación cuando es exageradamente permisiva. Ambos modelos proporcionan herramientas cognitivas que los niños y, posteriormente, los adolescentes, implementarán en sus relaciones sociales fuera y dentro de los centros escolares.

Respecto de los procesos de socialización,  muchos adolescentes que ejercen maltrato provienen de familias donde los padres tienen pocos lazos afectivos y de respeto, se ofenden, se humillan e incluso se golpean con frecuencia. Esta situación influye en los hijos y les genera bajos niveles de inhibición y un débil sentimiento de culpa frente al sufrimiento de los demás. En ese sentido, es más probable que los adolescentes que ejercen maltrato hayan sido disciplinados de manera punitiva y provengan de hogares en los que sus padres manifiestan poca conformidad con su vida laboral y personal.

En cambio, los adolescentes que no ejercen maltrato provienen de hogares donde se les trata de forma afectiva, pero con límites y controles firmes, por lo que aprenden criterios de conformidad social y seguimiento de normas, además de habilidades sociales diversas para la resolución positiva de conflictos. Las experiencias familiares tempranas de los niños influyen en su ulterior comportamiento, ya sea que ejerzan o no el maltrato. Entre estas experiencias, se encuentran la ocupación de los padres, las actitudes afectivas entre los padres y con los hijos, los modelos paternos y maternos de disciplina y el grado de cooperación, consenso y comunicación familiar. Se trata de un contexto que proporciona modelos de cognición internalizada que pueden ser, por una parte, resultado de ciencias en la adquisición de habilidades sociales para resolver conflictos más allá de la agresión y, por otra, el resultado de un sistema de creencias que legitiman la violencia, por ejemplo, la idea de que la víctima se merece el castigo y que toda agresión se justifica frente a la provocación.

Aquellos niños que han sido víctimas o testigos de agresiones familiares serán muy propensos a reproducir prácticas agresivas contra otros y contra sí mismos. Al respecto, los estudios sobre la elaboración temprana de representaciones cognitivas plantean que los niños agresivos realizan una atribución hostil del entorno social y lo consideran amenazante y provocador. De este modo, los niños agresivos anuncian conductas agresivas en los futuros adolescentes, por lo que puede plantearse la existencia de una organización central de factores (destacando la atribución hostil y el etiquetamiento) que mantienen en estado latente a la agresión como instancia central en el repertorio de respuestas frente al conflicto y, además, con carácter progresivo.

Los niños que son golpeados y humillados muchas veces por causas que no pueden controlar, como orinarse accidentalmente en la cama, no tener hambre cuando los adultos deciden que hay que comer, derramar una bebida, caerse y lastimarse o ponerse la ropa al revés, y no son respetados por su familia, buscan atención, prestigio y respeto mediante el maltrato a sus pares, especialmente en los escenarios de juego, convivencia y estudio. Por otro lado, la ira y el enojo surgen de la frustración, y ésta es resultado de la confrontación entre la expectativa sobre las acciones de los demás y la acción real.

En resumen, el acto de maltrato es resultado de una fuerte frustración aunada con una escasa moderación y represión de respuestas agresivas aprendidas durante el proceso temprano de socialización, no obstante, la frustración puede no conducir a la violencia, sino a la evitación de problemas, a la indiferencia y a la depresión. El hecho de que la respuesta generalizada sea la agresión depende de la interpretación negativa de la frustración, es decir, que ésta se interpreta como ilegítima e injustificada; por ello, es conveniente considerar los factores sociales que inciden en la interpretación de una frustración como injusta e ilegítima, y su relación con acciones de violencia. Por su parte, según Bandura y Huston (1961) reportaron que la reacción agresiva es resultado de modelos adquiridos por experiencias directas e indirectas (familia, grupo, medios de comunicación). Este aprendizaje social de la violencia se transmite de manera intergeneracional mediante recompensas tangibles e intangibles, tales como la aprobación de los adultos, la reducción o el incremento de actos agresivos en contra y diversas autorecompensas. Dicho aprendizaje no necesariamente se manifiesta en actos agresivos, puede permanecer latente hasta que algo instigue su irrupción, pero en el momento en que se presenta la violencia, ésta requiere reforzadores para su continuidad.

Éstos pueden ser positivos, como la obtención de bienes materiales o simbólicos y negativos, como evitar o detener un daño. La permanencia de las agresiones como mecanismos de resolución de conflictos puede basarse también en una gratificación diferencial, sustentada en la creencia de que la violencia es justa. Esta forma reactiva de la agresión puede convertirse en violencia instrumental si logra constituirse como medio eficaz para obtener objetivos: la violencia investida de justicia genera la idea de que la víctima provoca y merece la violencia. Este aprendizaje social comienza en la temprana infancia y tiene como entorno inmediato a la familia.

Este texto es una versión abreviada de un artículo de mayor amplitud publicado en la Revista Intercontinental de Psicología y Educación.



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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